BIENVENID@:

"NO TENGO VOZ PARA DECIRLO, POR ESO VENGO Y TE LO ESCRIBO" He creado este espacio para vomitar mis pensamientos (la mayor parte hablan de él/ellos...). También para recrear mis recuerdos de una manera más espectacular, más "artística", por así decirlo, y también menos cotidianos. "Mi pasado es una pintura sin terminar, y como el autor de esa pintura debo rellenar todos los hoyos horribles y hacerlos bellos de nuevo". Mother Monster.

domingo, 18 de diciembre de 2011

UN CUENTO ANTES DE NAVIDAD:


Hacía ya muchas noches que Sebastián tenía los mismos sueños difusos y extraños que lo hacían levantarse a mitad de la noche por el miedo a continuar soñando. Era diciembre, y como todos los años estaba de visita en el campo. Eran las mismas imágenes en el mismo orden: Unos ojos negros mirándolo fijamente, una flauta color blanco y una sombra mirándolo desde la oscuridad del bosque.

Y aunque era un poco aterrador, no le tomaba la menor importancia. Había más cosas para pensar. Desde hacía algunos meses Sebastián se había vuelto aislado, más huraño, empezaba a comer más de lo normal. A veces se encontraba a sí mismo mirándose al espejo por horas y horas, como si quisiese encontrar alguna parte de él que se había escapado. Sentía un vacío inmenso en su corazón, como si una parte de su alma se hubiera quedado dormida y no quisiera despertar. Era como si la mayoría de los colores hubieran desaparecido y se llevaran su sonrisa.

La verdad era que Sebastián sentía todo eso porque había perdido a dos seres importantes en su vida. En primera instancia a su nana, aquella mujer pequeña y de mirada cariñosa siempre dispuesta a ayudar, a dar la vida por Sebastián, la mujer que fue su segunda madre y cuidó de él toda su infancia. La mujer de la cual no se despediría en su lecho de muerte, víctima del cáncer. Nunca pudo decirle cuánto la amaba ni verla cerrar sus ojos para dormir eternamente. Y en segunda instancia (aunque no menos importante que la primera), la muerte de su primera y única mascota, un labrador color negro de ojos traviesos, el cual 5 meses después de nacer se enfrentó a las tinieblas y la muerte lo tomó entre sus brazos, lejos de Sebastián.

Sebastián no había podido reponerse a estas perdidas, sentía como si le mintieran, como que iba a regresar a casa y su mascota y su nana estarían ahí para saludarlo.

Pero por desgracia la realidad muchas veces es cruel, y Sebastián encontró una cama vacía y un rincón oscuro como bienvenida, solamente quedaron los ecos, los recuerdos, la infinita pesadumbre que dejan los que ya se han ido, los que ya no están.

Fue así como Sebastián comenzó a aislarse de sus amigos, de sus padres, de todo lo que le rodeaba para encontrar una respuesta, algo que pudiera consolarle y despertar de nuevo.

La respuesta llegó una noche antes de navidad, en el frío bosque de San Luis Rey.

Sebastián iba de regreso a casa de sus abuelos, era entrada la noche y es que sus tíos no lo dejaban irse. Le preguntaron si prefería quedarse, pero él prefirió salir de esa atmósfera falsa llena de emociones que él no sentía. Además, el bosque siempre le había parecido interesante de noche.

Iba a medio camino del sendero que da a casa de sus abuelos, se abrochó bien la chaqueta para que el frío no lo molestara. Las ramas de los árboles se mecían encima de él, como entonando una canción nocturna para acompañarlo en su camino. Detrás de él se escuchaba algo extraño, como el motor de una camioneta. No quiso voltear atrás, prefirió seguir caminando, pero más rápido. Pero sus pasos apresuraron también aquel extraño sonido, el miedo empezaba a colarse por su cabeza. Así que decidió voltear. Un grito salió de su boca cuando una luz blanca lo cubrió todo. Se tiró al suelo en posición de defensa cuando escuchó unos pasos cerca de él y una mano lo tomó del hombro y lo puso de pie.

- Hey! No te asustes, sólo soy yo.

Sebastián tardó unos segundos en recuperar el color de su cara y reconocer la voz de Antonio, un chico de su edad que vivía cerca de la casa de sus abuelos. Volteó a ver de dónde provenía aquella luz blanca: las luces de la destartalada camioneta del padre de Antonio.

- ¿Porqué manejabas con las luces apagadas?- Preguntó Sebastián.

- Pues, me gusta ver el bosque de noche. Vives cerca de mi casa, ¿quieres que te lleve?.

Sebastián pensó un momento la situación, la verdad era que hacía mucho frío. Así que accedió y subió a la camioneta. Antonio encendió los motores y volvió a apagar las luces. El recorrido continuó. Sebastián conocía a Antonio desde que eran niños, pero nunca se habían dirigido la palabra. Sebastián siempre había sentido algo más que empatía por Antonio, por sus ojos negros, su tez apiñonada, sus labios carnosos y sus cejas pobladas. Sebastián siempre de había sentido atraído por Antonio, y este no podía saberlo de ninguna manera. La voz de Antonio interrumpió sus pensamientos.

- Tu abuela le contó a mi abuela lo que te pasó. De verdad lo siento mucho.

Sebastián volvió a sentir aquel vacío que se lo comía por dentro, el vacío que no podía llenar con comida. Sus ojos se llenaron de lágrimas, tuvo que voltear a la ventana para dejarlas escapar. La tormenta dentro de él volvía a desatarse.

- ¿Estás llorando?. Preguntó Antonio.

Sebastián no pudo responder, un nudo crecía dentro de su garganta. Era una herida que no conseguía sanar. Entonces sintió la mano de Antonio en su brazo, le tendía un pañuelo para que secara sus lágrimas.

- Gracias, perdón por esto. Contestó Sebastián.

- No lo sientas, es normal. Yo también pasé por lo mismo cuando perdí a mi abuelo.

El silencio volvió, se acercaban a casa de los abuelos de Sebastián. Antonio se estacionó y Sebastián bajó de la camioneta.

- Antonio… gracias por traerme ¿Te gustaría pasar a comer algo?. ¿Tal vez un café?.

- Está bien… la verdad es que no he comido nada.

Entraron a la gran casa de sus abuelos, se encaminaron por el inmenso pasillo hasta la cocina. Era tibia y confortable, se sentaron en el inmenso comedor de madera para platicar.

- Siento mucho lo de tu Abuelo. ¿Hace cuánto murió?.

Antonio miró al piso y contesto en un tono triste:

- Hace un año, un accidente de auto.

- De verdad lo siento.

- No importa. Fue hace mucho tiempo. No es bueno que carguemos con esos recuerdos, porque no nos llevan a ningún lado. Tú abuela nos contó que te has sentido mal. Si en algo puedo ayudarte cuentas con mi apoyo. Sé que no nos hablamos mucho, pero espero servir de algo.

Y fue así como Sebastián empezó a contarle todo a Antonio: sobre cómo se sentía, cómo lo había afectado la pérdida de sus seres queridos, cómo había empezado a apartarse de todo el mundo, cómo se había quedado sin amigos, comía demasiado, como empezaba a darse cuenta de quienes eran de verdad las personas que importaban.

Antonio escuchó todo, lo miró a los ojos, lo dejó llorar, desahogarse, desechar todo lo que no había podido tirar. Hasta que Sebastián se quedó vacío, sin palabras, con las cuencas de los ojos hundidas por tanto llorar.

Antonio entonces hizo algo que Sebastián jamás hubiera imaginado: Secó sus lágrimas con el dorso de su mano y le dio un abrazo, un fuerte abrazo cálido. Sebastián lo rodeó con sus brazos y se acurrucó en sus hombros. Antonio comenzó a hablar:

- Solamente puedo decirte que no debes cargar con todo eso, que si no estuviste cerca de tu nana o de tu perrito fue porque así tenía que ser, no debes cargar con un dolor que no te corresponde, con algo que está fuera de tu alcance. No debes odiar a nadie por las cosas que pasaron, simplemente debes entender que era algo que no dependía de ti. Y en cuanto a tus amigos, no debes guardarles rencor por las cosas que te hicieron o no te hicieron, simplemente son personas que no estaban en tu camino y debes dejarlas partir. Debes decirle adiós a todo lo que te hace daño, no puedes cargar con culpas o sentimientos que no te pertenecen.

Y es que eso era lo que Sebastián había hecho la mayor parte de su vida, cargaba con culpas que no le correspondían, siempre preocupado de quedar bien con los demás, de hacerse notar entre la gente, de llenarse de “amigos” para no sentirse solo. Siempre queriendo complacer a los demás. Pero ¿Dónde quedaba él?, ¿Dónde quedaba su personalidad, y lo que él realmente quería? . Sebastián se quedó en silencio largo rato, no se había dado cuenta que seguía abrazado a Antonio, que seguía oliendo su perfume, rodeado de sus brazos. Sebastián fue el primero en separarse y hablar de nuevo.

- Nunca pensé que fueras tan sentimental para ser hombre.

Ambos rieron mientras brindaban con sus tazas de café. Antonio vio su relój de mano y se sorprendió al ver la hora:

- Son las 3 de la mañana. Es 25 de diciembre.

- Feliz Navidad. Contestó Sebastián.

- Feliz Navidad.

- ¿Y qué harás esta Navidad? ¿Quieres cenar con nosotros?.

Antonio se frotó las manos para luego contestar:

- Mañana me voy a Estados Unidos, mi hermano me consiguió un trabajo. De hecho tengo que irme en una hora.

Sebastián no pudo evitar sentirse triste, es horrible cuando una persona llega a tu vida sin que tu lo esperes y luego tenga que irse, irse lejos. Es horrible extrañar. Sebastián tomó aire y dijo:

- Bueno, pues tienes prisa yo no voy a retrasarte. ¿Necesitas ayuda con tus cosas?.

- No, gracias. Ya está todo en las maletas. Pero tengo que irme a bañar. Así que… creo que es hora de decir adiós.

Antonio se puso de pie y Sebastián hizo lo mismo, y cuando iban a darse la mano Antonio preguntó:

- ¿Puedo pedirte algo antes de irme?

- Sí, claro. Lo que necesites.

Sebastián se quedó esperando que Antonio respondiera. Pero en lugar de eso Antonio tomó el rostro de Sebastián entre sus manos, cerró sus ojos y lo besó en la boca, un beso tenue y pausado. Sebastián se dejó llevar por la dulzura de ese beso de ángel, ese ángel de mirada profunda que lo observaba desde las sombras. Sebastián puso sus manos en el pecho de Antonio y descubrió un colguije. Cuando se separaron del beso Sebastián preguntó:

- ¿Qué significa esto?.

- Es un silbato hecho de hueso, se supone que si extrañas a alguien y tocas ese silbato, esa persona lo escuchará y sabrá que piensas en ella.

- Quiero quedármelo, ¿puedo?.

Acto seguido Antonio se quitó el colguije y se lo entregó a Sebastián.

- Tengo que irme, se me hace tarde. Que esto que acaba de pasar quede entre nosotros.

Antonio salió de la cocina y se dirigió a su casa. Sebastián lo vio despedirse de sus abuelos, subir a su camioneta y alejarse por el sendero del bosque.

De vez en cuando Sebastián se sienta en el pórtico de sus abuelos y toca aquel silbato que Antonio le regaló. Le gusta pensar que algún día volverá a verlo. Que su vieja camioneta aparecerá por el sendero y comenzarán una historia ellos dos. Aunque, en el fondo. Tal vez solo sea un sueño. Un sueño la noche antes de navidad.

“But like everything I´ve ever know, you´ll disappear one day. So I spend my whole life hiding my heart away”.

sábado, 10 de septiembre de 2011

El hombre venado...


Una tarde de domingo otoñal caminaba en las faldas de un volcán; intentaba despejar mi mente de la realidad, enterrar todas aquellas cosas que me hacen odiar, trataba de aliviar mi corazón hecho cenizas por la pérdida repentina de mis seres amados. Simplemente trataba de olvidar la tristeza y el rencor de todo aquello que me estaba hiriendo el alma.

El Sol comenzaba a ocultarse, y empezaron a salir las primeras estrellas sobre el crudo firmamento azul pálido. De vez en cuando cerraba los ojos para sentir cómo el viento helado acariciaba mis mejillas y secaba mis lágrimas con sus gélidos susurros.

Entonces abrí los ojos nuevamente para encontrarme en el horizonte la silueta recortada por el ocaso de un venado que miraba hacia el cielo. Dirigió sus ojos hacía mí, como invitándome a acercarme a él. Lo hice hasta que mi mano pudo acariciar su lomo; era tibio y suave, sus astas desprendían destellos de colores; como si hubieran sido bañadas por el arcoiris.
Y fue entonces que el último rayo de Sol se ocultó detrás del volcán y una luz blanca salió del vientre del venado para cubrir todo lo que nos rodeaba, quedé ciego por unos instantes hasta que todo quedó parcialmente a oscuras otra vez.

El venado se convirtió en hombre. Un hombre moreno de cabellos largos y mirada imperturbable y a la vez tranquilizante. Se acercó a mí y con sus cabellos de ébano secó mis lágrimas y besó mi frente, preguntó que era lo que acongojaba mi corazón, y empecé a llorar de nuevo; me apretó contra su pecho y sus brazos me cubrieron del frío.

Le conté todo lo que envenenaba mi alma: La muerte de mi nana me mi mejor amigo, le conté cómo no pude despedirme de ellos ni verlos por última vez. Él me escuchó y levantó mi rostro para poder ver mis ojos.
Me miró por largo rato, tratando de encontrar alguna palabra que calmara mi tristeza, pero sus ojos fueron más que suficiente para hacerme calmar. Seguían siendo los ojos del venado.

Nos sentamos sobre la hierba, mirando el horizonte. Él me contó una historia.

Me contó que había nacido en las estrellas y que hablaba lengua yaqui. Me contó sobre su gente y sus costumbres. Sus leyendas, sus miedos y sus cantos. Me dió palabras de aliento y me hizo entender que no debía sentir pesar por nada, que las cosas a veces suceden en extrañas circunstancias.

Recargué mi rostro en su hombro y me cantó en lengua yaqui, me fuí quedando dormido. Me recostó en su pecho, me dejé llevar por el ritmo de su respiración y los latidos de su corazón.

Nada me molestaba, nada me entristecía. El hombre venado velaba mis sueños. Juntos, unidos, en las faldas del volcán.

Me despertó antes de que amaneciera. Dijo que tenía que regresar con sus hermanas las estrellas a continuar con el orden de las cosas, el orden del universo. Le pregunté si volvería a verlo. Prometió cuidarme siempre, que me observaría muy de cerca, aunque yo ya no lo volvería a ver.

Tomó mi mano y me puso una pulsera de cuero, tenía dibujados algunos símbolos, entre los que pude descubrir el de un venado. Besó mi frente y me dijo adiós.

Lo ví alejarse lentamente, hasta que su sombra dejó de ser humana y se convirtió de nuevo en un venado, para después desvanecerse en el alba.

Mi corazón ya no pesaba, ya no se sentía herido. Entonces empecé el camino a casa.

Abraham.

lunes, 13 de junio de 2011

Entre el Maizal:


Una vez más, la noche cayó sobre el pueblo de San Luis Rey. Pero esa noche era especial, las antiguas casonas de piedra de cantera estaban adornadas con flores blancas y mazorcas de maíz que eran bañadas por la luz de la luna.

Una vez más se celebraba el Festival de la Luna Llena; celebran las buenas cosechas. El pueblo entero se reunía esa noche en las afueras del pueblo, junto al gran maizal para celebrar. Ahí, todos los jóvenes bailaban en parejas alrededor de la gran fogata, al ritmo de una música casi hipnótica de flauta y tambor, una música que invitaba a las jóvenes parejas a bailar hasta el cansancio, mientras que los adultos se sentaban en el césped bajo el gran árbol que marca el sendero que lleva a San Luis Rey, para beber vino y platicar amenamente.

Y muy cerca de todos ellos estaba yo, escondido entre el maizal, donde nadie podía verme, aunque yo pudiera verlos a todos. Nunca me había sentido cómodo al bailar con una de las chicas. No me atraían. De ahí que siempre me tacharan de retraído, porque desde niño me quedaba en mi habitación mirando hacia la ventana para ver jugar a los demás, la soledad había sido mi mejor amiga durante mucho años, y lo fue más cuando me di cuenta de que no era igual a los otros niños, que tenía que resguardarme del mundo lleno de prejuicios. Que tenía que salvar a mi familia de las humillaciones que podrían venir si mi secreto salía a la luz. Yo me sentía bien conmigo mismo, pero la gente es mala y las palabras a veces duelen más que los golpes. Simplemente no soportaría verlos sufrir por algo que ni siquiera yo elegí ser.

Prefería esconderme entre el maizal y verlo bailar, a él; al muchacho de cabello rizado y ojos color miel. El chico con el que había tenido muchos sueños confusos y a veces placenteros. Lo miraba cuidadosamente, como caminaba, como sonreía, como pasaba de chica en chica al bailar. Todos esos años en los que me escondí en el maizal lo había visto crecer conmigo, lo admiraba, era tan guapo, tan amable, llamaba tanto la atención que los demás chicos querían ser como él. Pero jamás lo lograban, no se podían comparar con él.

Por un momento lo perdí de vista, pensé que se había ido a dormir, en ese caso yo ya no tenía nada que ver. Estaba a punto de irme cuando escuché a alguien acercarse, lasgrandes ramas de maíz se movían y trazaban la ruta de alguien que se acercaba poco a poco a mí. No pude contener mi miedo a ser descubierto y emprendí la huída… cuando escuché su voz:

- Hey! ¿Por qué huyes?.

Paré de correr cuando lo escuché hablar, tardó unos segundos en aparecerse frente a mí, tenía la respiración agitada. No podía creer que estuviera ahí, me había descubierto ¿Sabría también que lo miraba solamente a él? No supe que responder él volvió a preguntarme:

- ¿A dónde ibas? ¿Por qué nunca te he visto con todos los demás?.

Seguía sin saber que responder, él me miraba fijamente con una sonrisa, su aliento olía a cerveza. Pero no lo suficiente como para tapar el aroma de su perfume de canela. Se acercó más hacia mí hasta que quedamos frente a frente:

- ¿Porqué no me contestas? ¿Tienes miedo de que les cuente a los demás lo que haces durante el festival?

- No es que tenga miedo, es que nadie me había descubierto. ¿Cómo lo hiciste?

- Te seguí desde que saliste de tu casa, siempre me había preguntado porqué esperabas a que nadie estuviera en el pueblo para venir aquí. Solo yo he sido el único que he puesto atención y ya te descubrí, pero ¿Porqué lo haces?

Seguía un poco en shock por estar frente a él, me gustaba desde hacía mucho, desde que éramos niños y lo veía jugar con los demás desde mi ventana, y ahora lo tenía frente a mí, donde nadie nos miraba. Todo tan íntimo.

- Si te digo la verdad ¿Tengo tu palabra de que no se lo dirás a nadie?

Él dudó unos segundos, pero después accedió:

- Está bien, aunque creo saber porqué te escondes de todo el mundo.

Sus palabras me cayeron como un balde de agua fría, no supe que decirle, así que continuó hablando:

- Tú no eres como los demás, jamás te he visto bailar con alguna de las chicas, nunca vas a la taberna con los demás chicos. Y además, esa forma en la que me miras. A veces me da escalofríos.

Así que ya se había dado cuenta de cómo lo miraba. De nada servía esconder nada, de todos modos tenía su palabra, y eso valía algo ¿o no?

- Al parecer ya lo sabes todo ¿Para qué lo preguntas entonces?

-Entonces yo te gusto.

- Tú… sí, me gustas. Prometo no mirarte tanto, solo no se lo digas a nadie. Ya tengo que irme.

Me sentía culpable, como si me hubieran descubierto haciendo algo realmente malo, si se llegaba a saber esto en el pueblo, ya me idearía la manera de negarlo todo. Le dí la espalda y comencé a caminar para salir del maizal, pero él me alcanzó y me tomó por un brazo. Me volteó y quedamos cara a cara de nuevo, el aroma de su perfume causaba un efecto extraño en mí. Me embriagaba su aroma.

- ¿Porqué te vas?

- Porque ya no hay nada de qué hablar, lo sabes todo. Ve a bailar, las chicas te esperan.

- Y si te invito a bailar a ti?

Yo comencé a reírme, aunque mi cabeza no rechazó la idea. Pero ambos sabíamos que era una broma:

- No, gracias. Tu imagen de macho se borraría por completo y se burlarían de ti si me sacas a bailar alrededor de la fogata.

- Y quién habló de salir a la fogata? Podemos bailar aquí, hay suficiente espacio, además la música ha cambiado de ritmo. Ahora es mucho más lenta.

Mis nervios comenzaron a atacarme. Mis sueños se estaban haciendo realidad. Él puso mis manos sobre sus hombros y luego me tomó por la cintura, como si yo fuera la chica, y comenzamos a bailar. Yo lo miraba fijamente y el sonreía con los ojos cerrados, parecía divertirle lo que hacía. Me habló entonces al oído:

- Yo tampoco soy como los demás, no te juzgo por nada. De hecho me caes bien, no dejes que los demás decidan quién debes ser.

- Nunca pensé que pensaras de esa forma, ojalá todos pensaran como tú. Todo sería más fácil. Además, si te caigo tan bien ¿Porqué nunca me hablaste?

- Porque nunca salías a jugar, o a la taberna, y siempre caminas con la mirada baja, como queriendo pasar desapercibido.

Guardé silencio y seguí aspirando su aroma. Seguimos bailando, yo recargué mi rostro en su pecho. Cuando la canción terminó continuamos abrazados, su aroma me gustaba demasiado. Pocos segundos después dijo:

- Mañana me iré a la ciudad. Voy a vivir a casa de mis tíos. Quiero ser médico.

Alcé mi rostro para verlo. No sabía que se iría al día siguiente, nadie lo sabía más que él y sus padres. No pude evitar sentirme triste, mañana no lo volvería a ver, el sueño había terminado.

- Entonces esto es un adiós.

- Eso creo. Pero volveré en las vacaciones. ¿Me hablarás en ese entonces?

- Sí.

- ¿Lo prometes?

-No creo te quedes sin amigos por aquí, todos quieren ser como tú.

- Pero no a todos los considero mis amigos.

- Nunca he hablado contigo ¿Y ya me consideras tu amigo?

- Tengo toda la noche para averiguarlo ¿No crees?. Ven, siéntate.

Nos sentamos y comenzamos a hablar sobre nuestras vidas, era gracioso, habíamos crecido juntos, pero nunca convivimos el uno con el otro. Me di cuenta de que en realidad él era distinto a los demás, era amable, sincero, alegre, respetuoso y sobre todo muy abierto.

Yo le conté mi vida, mi infancia poco interesante detrás de la ventana de mi habitación, mi adolescencia confusa por no saber quién era yo realmente, mis preocupaciones por mantener mi vida en secreto, lo que me gustaba de él, y muchas cosas más. Él me habló de sus sueños, sus miedos, sus más oscuros secretos.

No nos dimos cuenta de cuando terminó la fiesta, comenzaba a amanecer cuando él me dijo que era hora de irse a preparar para su viaje a la ciudad.

Se puso de pie y me ayudó a levantarme. Entonces se despidió:

- Muy bien, ahora sí adiós. Me gustó platicar contigo, una platica de las más interesantes que he tenido. ¿Entonces, somos amigos?

- Sí, somos amigos.

- Bien, entonces te veré pronto.

Se acercó para darme un beso en a mejilla, luego me abrazó. Yo también lo abracé.

Vi su silueta desaparecer entre el maizal, el sol empezaba a salir, hacía un poco de frío. Pero no me importaba, porque aquel amanecer había conocido a alguien en verdad especial. A un ángel al que siempre amaría.

Abraham.

lunes, 6 de junio de 2011

Un Unicornio de Luz:


“Ride, ride, pony, ride ride.

Rie, ride, pony, tonight”

Highway Unicorn (Road to Love).

Me gustaría que todo fuera más nítido, que los colores de tu alma fueran más claros de descifrar en tus ojos; para no malinterpretar tus palabras.

Que la tristeza que me invade en temporadas fuera más llevadera y no me obligara a esconderme entre la gente para evitar el contacto con tus ojos… solo una mirada tuya y me enamoraré de nuevo, volveré a nacer una y mil veces.

Así podría dejar de desear que mires mi silueta y adivines lo que hago cuando bailo en la oscuridad. Y podría reubicar mis sentimientos para encerrarlos con llave… porque es el único modo de no salir lastimado.

Hay días en los que siento que no hablamos el mismo idioma, días en los que vivo angustiado por vivir en el borde de mis pensamientos más viles y de mis lagrimas jamás correspondidas; como si perdiera mi identidad sólo por el hecho de que no pronuncies mi nombre o que no me mires al pasar.

Me gustaría dejar de vivir con este vacío en mi estómago; el vacío que ha dejado tu ausencia al pasar por mi vida y arrancarme las ilusiones con tus garras de frialdad.

Antes solía decir que mi cuerpo era como un santuario, y que mi sangre era pura. Pero desde que te conocí, digo que eres mi religión. Ahora que te has ido me arrepiento de, haber pronunciado aquellas palabras y reemplazarlas con tu nombre, un nombre que no podré escribir en mis cartas de amor, o en alguna invitación a mi boda.

Desearía ser fuerte sin tener que pensar en ti, en nosotros; en algo que jamás ha de consumarse.

Sólo me queda esperar en esta fría noche a que mi unicornio de luz se aparezca y escapar de esto. Montaré su lechoso lomo y acariciaré su crin llena de pureza. Cabalgaré en medio de la noche mientras su blancura refulge entre pa penumbra y traza el camino con su cuerno brillante. Un camino que me lleve a una vida nueva, con nuevas ilusiones. Una vida sin ti.

Porque en este momento me aterra la idea de morir solo y no volver a encontrarte.

Abraham.

miércoles, 1 de junio de 2011

Pensé que ya te habías marchado:


Pensé que ya te habías marchado de mi mente, que tu recuerdo había sido enterado en lo más oscuro e inhóspito de mi corazón, que me habías arrancado hasta la última esperanza para quemarla ante mis ojos. Pero esta mañana volví a sentirme corto de identidad… al parecer no he tenido suficiente.

Por un momento creí que ya no dolías más, que tu heterosexualidad ya había sido asimilada y no hería mis sentimientos, que podría vivir en el límite donde se terminan mis deseos y comienzan tus excentricidades.

A veces siento que esto es patético. Es patético enamorarse de alguien equivocado; enamorarse de un heterosexual. Dejarse llevar por la imaginación y malinterpretar las situaciones. Pero ¿Qué es más patético?:

1. Darse cuenta de que la persona de la que se está enamorada sabe como hacerte sentir mal y confundirte con sus actitudes y no hacer nada al respecto?.

2. Meterse a otro ser humano en la cabeza con características muy similares al que se quiere olvidar para no profundizar más.

Ya no sé que hacer conmigo, siento que mi vida es insignificante si él no me mira.

Cuando él desaparece, siento una especie de calma, porque cuando no lo veo no existen comentarios que ofendan mi sexualidad o mi físico; me siento contento con quien soy.

Pero cuando él se acerca, mi alma se oscurece poco a poco, porque siento envidia de ellas; de las chicas a las que ves pasar y ni siquiera respiras. Porque quisiera ser una de ellas cuando insinúas que soy una burla, porque mi cuerpo es el de un hombre y mi corazón a veces siente cosas que solamente las chicas pueden entender.

Porque te da asco ver a dos hombres besándose y me incitas a creer que estoy mal por ser quién soy, que debo pedir perdón por ser homosexual y por estar enamorado de ti.

Es gracioso a veces, porque siempre intentas acercarte para sentir el ego más grande y poder decir que eres tan guapo que hasta los hombres se enamoran de ti.

Aunque, creo que lo peor de todo es que si tu me lo pidieras, sería capaz de olvidarlo todo. Porque sé que detrás de todos estos sentimientos encontrados, esas noches llorando porque me haces sentir menos y por todas las cosas que hemos pasado; sé que hay un sentimiento fuerte de amistad de mi parte, porque deseo guardar esos buenos momentos que pasamos antes de que me enamorara de ti. Y antes de que cometiera el enorme error de decírtelo.

Abraham.

sábado, 23 de abril de 2011

LA ORACIÓN:



En la hora más profunda del infierno, cuando la oscuridad se apodere de todo, continuaré mi camino hacia tí; andaré entre las tinieblas hacia tu luz iridiscente, esa luz salvadora que calma mi desesperación.

Mientras camine hacia tu luz, he de soportar sin ninguna protesta cuando los demonios disfrazados de mis amigos escupan mi cara y blasfemen mi nombre, me obligarán a caminar sobre lenguas de fuego y quemarán mi cuerpo en una parrilla como los antiguos mártires que defendían su creencia religiosa. Y mientras pase aquel suplicio maldito, tu nombre aliviará cualquier tipo de dolor en mis pensamientos y habrá una sonrisa en mis labios; porque aquel calvario solamente hará que desee estar más a tu lado.

Arrancarán mis ojos con metales calientes para no poder verte, cortarán mi lengua para no poder pronunciar tu nombre y mutilarán mis tobillos para impedirme llegar a ti; cuando me arrastre con los dedos, me los arrancarán y se los darán a los cuervos. Pero llegaré, llegaré hasta ti para besar tu pureza con mi último suspiro.

En el último tramo del camino, los demonios golpearán mi cuerpo con sus trinches hasta destruirlo por completo, se reirán de mí con sus bocas llenas de colmillos y sus ojos amarillos. Pobres almas, no saben que lo único importante es el corazón que guardo en este estuche como un tesoro que he de entregarte.

Y así, cuando llegue a tu luz, me tomarás entre tus brazos y besarás mis labios mientras susurras mi nombre. Después, con solo movimiento de tu mano darás muerte a los que me hirieron, los enviarás a un hoyo debajo de la tierra, un lugar cercano al infierno donde sus pecados serán castigados.

Regresarás a mí y me pedirás que te entregue mi corazón, yo aceptaré gustoso mientras abres mi pecho y lo arrancas para comértelo aún palpitante.

Mi corazón, mi fuente de vida, de mi amor, de lo que de verdad siento por ti.

Y en un último gesto de compasión y amor, arreglarás mi cuerpo y sanarás mis heridas, me pondrás unos ojos nuevos y una nueva lengua que solo hable de ti. Viviré de tus sueños, beberé de tus manos cuando me mires con gesto amoroso, para emprender el éxodo juntos de la mano, hacia el lugar prometido, un paraíso para los dos. Un paraíso donde amarnos sea el único objetivo.

Así sea.

lunes, 18 de abril de 2011

SEBASTIAN:

La noche había pasado ante mis ojos, había intentado dormir dando más de mil vueltas a la cama, era 20 de Enero; hacía frío y nada podía mantenerme caliente. No existía absolutamente nada que llamara la atención en la casa de mis abuelos; una casa antigua situada en el bosque alrededor de la nada.

Al llegar el alba, me levanté de la cama para mirar por mi ventana; no había nada, solamente árboles por doquier, sombras casi oscuras y retorcidas que movían sus ramas con el murmullo del viento.

Fue entonces cuando entre aquella opaca espesura escuché un quejido, un sollozo masculino que provenía de los adentros del bosque. Al principio tuve miedo de averiguar que era, pero después pensé que tal vez alguien podía necesitar mi ayuda. Así que tomé un suéter y salí a buscar el origen de aquellos sollozos.

Mientras me adentraba en el bosque comencé a gritar: “¿Quién eres?, ¿En dónde estás?”, pero nadie contestaba, seguía escuchando gemidos.

Conforme me adentraba entre la maraña de árboles, pude escuchar con más claridad el origen de los gemidos, pero nada que hubiera visto antes en mi vida me había preparado para lo que encontré en aquel amanecer:

Era un muchacho de complexión atlética y cabellos rizados, estaba semidesnudo, una especie de calzoncillo de tela blanca con manchas de sangre era su única posesión, miraba hacia el cielo. Sus manos estaban amarradas al tronco de un gran árbol, titiritaba de frío y se quejaba de dolor; tenía flechas incrustadas en su pecho.

Me quedé sin respiración al ver a aquel muchacho en aquellas condiciones, de pronto me miró a los ojos y entendí que necesitaba mi ayuda. De inmediato corrí para desatarle las manos, él cayó de rodillas, me acerqué y lo miré:

- ¿Cómo te llamas?.

Él tardó un momento en controlar su respiración y luego contestó en un gemido:

- Soy Sebastián.

- No te encuentras bien, vamos, necesitas un médico ¿Quién te ha hecho esto?.

Cuando intenté ponerlo de pie él se resistió y me contestó:

- No, déjame aquí, me han hecho esto por defender mis creencias y mis pensamientos, déjame aquí.

- No, no puedo hacerlo, por favor ven conmigo, yo puedo curarte.

Lo levanté y esta vez el accedió, me quité el suéter para ponerlo en su espalda, él lo necesitaba más que yo.

Cuando llegamos a la casona, lo llevé a mi habitación y lo recosté en la cama, fui corriendo al baño por el botiquín para poder curarlo.

Sebastián seguía quejándose por el dolor que le causaban las flechas, eran tres: dos en su pecho y otra más en su pierna. Le advertí que retirarlas iba a ser doloroso, le dí una almohada para que la mordiera, pero él la puso a un lado y me dijo que resistiría. Traté de hacerlo lo más rápido posible.

Cuando retiré la primera flecha pude ver como su cuerpo se tensaba, pero no emitió ningún sonido, la sangre salió a borbotones, me apresuré a rociarla con alcohol y a coserla, él seguía con los ojos cerrados resistiendo el dolor. Las dos flechas restantes salieron fácilmente y no sangraron tanto como la primera. Después vendé las heridas, él abrió los ojos y me miró, eran de color verde. Me quedé junto a él y después de un rato tomó mi mano, sonrió y me dijo:

- Gracias por curarme, ni siquiera sé tu nombre ¿Cómo te llamas?.

- Me llamo Abraham.

- Abraham, quiere decir “Padre bondadoso”, “Padre amoroso”. Muchas gracias.

Siguió tomando mi mano y sonrió aún más, era un muchacho muy apuesto, sus ojos verdes como esmeraldas me contemplaban silenciosamente mientras yo también le sonreía.

- ¿Tienes hambre?, ¿Necesitas algo más?. Le pregunté.

- No Abraham, muchas gracias, creo que debo irme. Ya me siento mejor.

Un fuerte sentimiento de angustia recorrió mis venas, no podía dejar que se fuera, hacia mucho frio y podrían volver a herirlo. Definitivamente Sebastián no se iría, ya me las arreglaría con mis abuelos cuando saliera el sol por completo.

- No, Sebastián, no te vayas aún, duerme un poco, aun no amanece por completo. Además, pueden volver a hacerte daño. espera a que amanezca y veremos como ayudarte. Te lo prometo.

Sebastián seguía mirándome con su cara de ángel, se levantó sobre sus codos y me dijo:

- Eres la persona más compasiva que he conocido. ¿En verdad me dejarás quedarme? Ni siquiera me conoces. Puede que sea alguien que ha hecho algo malo.

- No creo que lo seas, no lo pareces. Duérmete, yo estaré en el sofá de la sala. Si necesitas algo avísame.

L e sonreí, y antes de darle completamente la espalda, el tiro de mi camisa para detenerme. Volteé a verlo y me dijo:

- No te vayas, duerme del otro lado de la cama, no me dejes solo. De verdad, necesito que me acompañes.

Sus ojos brillaron mientras me hablaba. No pude evitar el sentir tristeza por Sebastián. Era increíble que aun existieran personas que odiaran tanto y fueran capaces de herir a un ser humano.

Otro sentimiento se apodero de mi; un sentimiento de querer protegerlo, de cuidar de el mientras sanaba.

Me recosté a su lado, me dijo que pusiera mi cabeza en su pecho para poder abrazarme. Podía escuchar su respiración, el latido de su corazón, podía sentir su aroma, olía a flores silvestres. El compás de su respiración hizo que me diera sueño, lo último que ví fue su hermosa cara bajo sus rizos negros. Me quedé profundamente dormido.

Entre sueños, pude sentir como se desvanecía de mi lado, se despidió con un beso en los labios y acarició mi rostro, yo estaba muy cansado como para poder abrir los ojos.

Desperté cuando mi abuela tocó mi puerta, después de asomarse, caminó hacia mi cama. Yo me sentía mareado. Se quedó mirando mi cama, cuando dirigí mi vista hacia donde ella miraba, no entendía nada:

Sebastián ya no estaba, y en su lugar me había dejado una flecha con la punta dorada, un arco de madera y una corona de flores blancas. Todo lo que había sucedido me tenía muy aturdido.

Mi abuela tomó aquellos elementos y me dijo:

- Hoy es 20 de Enero, es día de San Sebastián, este arco, la flecha y la corona son su representación, debemos ir a la iglesia y dejárselas, son muy bonitas, apuesto a que pasaste toda la noche haciéndolas.

Yo me quedé en silencio mientras trataba de poner en orden aquellas ideas. Mi abuela me ordenó vestirme para ir a la iglesia para dejar como ofrenda aquellos elementos. Cuando llegamos al nicho dedicado a San Sebastián, no pude creer lo que ví:

Había una pintura de un joven de cabellos rizados y ojos verdes, de complexión atlética. Miraba hacía el cielo en un gesto de dolor y de pasión, tenía los labios entre abiertos como lanzando un gemido y tres flechas atravesaban su cuerpo; dos se encontraban en su pecho y una en su pierna. Mi abuela me sacó de aquella ensoñación con su voz:

- Este es San Sebastián, un mártir que murió por defender sus creencias y sus ideas, hay algunos que incluso se atreven a decir que es el patrono de los homosexuales.

Me quedé sin aliento al recordar lo que me había dicho Sebastián, que había muerto por defender sus creencias. Mi abuela caminó hacia el altar principal y yo me quedé mirando aquella pintura, comencé a llorar. Regresé a casa con aquellos ojos verdes y esa sonrisa angelical grabada en mi memoria. Como si todo hubiera sido un sueño. ¿En verdad lo fue?.

martes, 5 de abril de 2011

QUIERO UN DÍA...


Quiero un día soleado, un día en el que me levante y sienta menos pesar en mi corazón. Un día en el que mi sonrisa me haga sentir más liviano.

Un día en el que al abrir mis ojos, las paredes no estén manchadas con su nombre y su recuerdo no taladre mi mente desde el primer momento en que me despierte.

Quisiera un día en el que de verdad me crea a mí mismo cuando digo que él ya no me interesa, que ya lo superé y que me he recuperado, un día en el que no me hiera su silencio y no sienta celos de los que lo rodean.

Quisiera un día en el que me sienta bien conmigo y no anhelar su compañía, su sonrisa, su voz, sus manos o su boca.

Me gustaría dejar de ser su sombra y dejar de seguirlo en silencio.

Me gustaría decirle que lo amo y que lo necesito cerca de mí.

Me gustaría que se diera cuenta de lo mucho que me gusta y que daría hasta la vida por ocupar su corazón.

domingo, 27 de marzo de 2011

ODIO:

Me odio, por haber dejado que entraras a mi vida, por que fuiste el faro que iluminó mis noches más tenebrosas.

Me odio, por haberte dejado arrancar las telarañas de mi corazón, por ser la esperanza que me mantuvo con fuerzas en mis momentos más grises, el último bastión para defenderme de mis miedos.

Me odio por haberme refugiado en tus brazos, porque siempre fuiste el fuerte, el distante y a la vez, el que me entregaba todo.

Me odio, por hacerme adicto a tu nombre y a tu voz, a la que, estoy seguro, respondería si estuviese dormido o muerto. Aquella voz que hacía que mi alma regresara todas las mañanas para habitar mi cuerpo.

Me odio, porque sin ti no soy nada, soy un niño solo y con miedo, porque no sé vivir sin tus brazos; mis alas protectoras, sin tu voz que me arrullaba todas las noches y calmaba mis lágrimas.

Me odio, por dejar que fueras importante en mi existencia, por creerte cuando dijiste que estarías a mi lado en las noches de tormenta, ahora eres solamente una sombra vagando en la oscuridad de mis pensamientos mas violentos.

Tal vez naci únicamente para temer que te vayas, o tal vez yo pedí que tú existieras para que te tomaras la osadía de hacerme temer perderte. De ser de este modo, hubiera preferido no nacer, o siendo más egoísta, hubiera preferido que no existieras, nunca haberte conocido. O existir en mundos y tiempos diferentes para nunca conocer la desesperación, la asfixia del miedo y el odio de los celos.

Porque si no te hubiera conocido, no existirían esas noches en las que sentado al borde de mi cama y con las manos callando mis sollozos, pregunté porqué existías. Noches en las que entre sollozos pronunciaba tu nombre y hundía mi cara en mis manos buscando algún indicio de tu aroma. Noches en las que caminaba sin rumbo alguno buscando tu mirada… o algún rastro de ti.

domingo, 20 de marzo de 2011

Cada vez que él me llama:


El tiempo transcurre lentamente, con el asfixiante movimiento rutinario de las manecillas del reloj, mientras yo espero sentado deseando que algo suceda.

Porque cuando él me llama, el corazón se me congela y huyo atemorizado, le temo a la adversidad, le temo al caos. Le temo a todo lo que no conozco.

Cuando me siento tentado a hacer las cosas, a acercarme y sentir su abrazo tibio, simplemente me alejo, evito con temblores de emoción las cosas que realmente quiero y deseo.

Cada vez que me acerco a ti solo pienso en que quiero ser tuyo, que tu respiración inunde mi pecho y que tus labios susurren mi nombre. Y discuto con mis seres internos, porque siempre termino dejándote en libertad, sin decirte lo que realmente siento. Porque creo que es astuto no dejarte saber cuánto daría por estar contigo, porque no me atrevo a amarte realmente ni a ofrecerte mi vida a cambio de que me mires, a cambio de sentirme seguro en tus brazos y de ver la noche estrellada en tus ojos.

Me lamento en silencio cuando te veo pasar, porque sé que lo que tú sientes es completamente diferente, y construyo historias estúpidas en mi cabeza en las que no evito lo que siento y te lo digo, y te hago saber lo mucho que sufrí al esconder mis sentimientos.

Por eso es que me gusta dejar a un lado mis sentimientos y llenar los vacios con libros y helado. Vivir la vida austeramente sin apostar por lo seguro.

Y seguir así, sin que nada me importe realmente. Cada vez que él me llama.

lunes, 14 de marzo de 2011

CRIATURAS DE LA NOCHE:


“Escondidos como

dos criaturas nocturnas.

Enigmático amor

para los de cabeza dura.

Dos sombras aferradas

en un grito silencioso,

que a la verdad difumina,

necesitados de expresar

un sentimiento embriagante

pero sometidos a callar”.


La noche vuelve a caer sobre el lago, la bruma inunda con suave melancolía el lugar; el pequeño bosque en donde los amantes han de juntarse para descifrar una vez más el significado de aquel beso suave que, bajo el crepúsculo es incierto saber.

Caminando lenta y sigilosamente, como criaturas nocturnas, se buscan con la mirada y cuando se acercan sellan sus bocas en un grito silencioso que tiene la necesidad de ser escuchado, pero que ambos se ven obligados a callar.

Sus sombras, como su amor, se difuminan entre la espesura de aquel bosque mientras se embriagan con el sonido de sus voces, las caricias de sus manos y sus pasionales miradas.

Se prometen amor eterno bajo la luz de la luna y se toman de las manos para saber que se tienen el uno al otro, que ya vendrán tiempos mejores, que algún día nadie los ha de mirar con odio. Son dos seres iguales entre sí, sus corazones y cada una de sus terminaciones nerviosas están llenas con pequeños destellos de amor puro.

Abrazados y bajo la sombra de un ciprés miran el alba aparecer. El tiempo se les ha terminado, las criaturas deben marcharse, por que no deben ser vistas, por que permanecer juntos ante la luz del día los convierte en objeto de burla y de deshonra para algunos.

La luz del sol comienza a salir, y antes de que esa luz ilumine sus rostros, deben desaparecer. La despedida es inevitable, y al mismo tiempo dolorosa. Se marchan refugiándose en las sombras que aún sobreviven al amanecer, con la promesa de volver a verse.

Habrá que esperar que las sombras del anochecer los cubra con su manto de misterio, que la luna sea testigo del amor que se profesan. Serán como búhos en la oscuridad, velando por los deseos del otro. Por siempre, hasta que alguien los descubra.

sábado, 8 de enero de 2011

I´ll put my fucking paws up:

Por todas las veces que te miré sin que te dieras cuenta y me pregunté a mí mismo: ¿Porqué siempre hice lo que fuera por ti y tú jamás hiciste nada por mí?: I´ll put my fucking paws up.
Porque no te detienes a mirar las cosas con los mismos ojos y desde el mismo ángulo que yo: I´ll put my fucking pwas up.
Por las incontables noches que lloraba sin control porque nunca me tomabas en cuenta: I´ll put my fucking paws up.
Porque no fuiste capaz de tocarte el corazón para darme la espalda e ignorar mis palabras: I´ll put my fucking paws up.
Porque con cada pensamiento, cada lágrima, cada suspiro, cada sueño y cada sonrisa te llamaba sabiendo que jamás para tus ojos soy demasiado insignificante: I´ll put my fucking paws up.
Porque mi vida es a veces tan patética que invento situaciones en mi cabeza en las que estás a mi lado y me correspondes: I´ll put my fucking paws up.
Porque quizás con este estúpido masoquismo estoy pagando las cosas malas que he hecho en tiempos pasados: I´ll put my fucking paws up.
Porque ayer mientras lloraba de coraje por lo injusto que es el mundo a veces, hubo alguien al otro lado del teléfono para escucharme y consolarme: I´ll put my fucking paws up.
Y porque sé que al publicar esto, tal vez haya alguien que lo lea y se identifique con lo que aquí escribo (para no sentirme tan solo y miserable): I´ll put my fucking paws up.

domingo, 2 de enero de 2011

Si no tuvieras miedo... ¿Qué harías?:

Hace mucho tiempo que me pregunto lo mismo, a veces pienso que el miedo se ha vuelto parte integral de mi vida; algo indispensable, como cargar las llaves de la casa o llevar dinero en el bolsillo.

La palabra miedo proviene del latín “metus”, y significa perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario.

Aunque creo que a veces no distingo cuando es imaginario o real.

Tal vez, si no tuviera miedo, saldría a las calles sin ningún tipo de atadura para mostrarme como soy, sin temor de ser señalado o burlado. Tal vez, si no tuviera miedo, no dependería tanto de las personas y mi cuerpo no sería algo de lo que tenga que sentirme avergonzado debido a lo que los demás opinan sobre mí.

Si no tuviera miedo, podría detenerme a pensar qué es lo que me gusta, y que es lo que espero de mi vida. Porque muchas veces no sé si estoy construyendo una vida propia o si hago todo lo que los demás me aconsejan que haga.

Si no tuviera miedo, las cosas superficiales y materiales me serían anodinas para dar paso a lo que verdaderamente vale la pena, porque siempre es fácil tratar de encajar escondiendo tu verdadero yo.

Si no tuviera miedo, pediría disculpas a las personas que he lastimado y a los amigos que he dejado atrás por mis intereses personales; porque sin esas personas que me ayudaron en el pasado quizá mi vida sería patética y miserable.

Si no tuviera miedo, les pediría perdón a mis padres, por haberlos culpado de los accidentes que tuve en mi pasado.

Si no tuviera miedo, le diría a ese alguien especial que en verdad me gusta, aunque yo sepa de cajón que es imposible hacerle ver que los sentimientos no se pueden negar.

Si no tuviera miedo, enfrentaría a todas las personas que me han lastimado, que se han burlado, que me han juzgado y que me han menospreciado sin conocerme, aunque muchas veces es más fácil hacer lo mismo y juzgar al de al lado aunque sepamos que está mal.

Pero principalmente, si no tuviera miedo me aceptaría como soy y me amaría por lo que soy, por que de este modo nací, y de este modo he de morirme. Así que no tiene caso preguntarme porqué los demás tienen cosas que yo no tengo, o porque las otras personas tienen mas cualidades que yo.

Simplemente, si no tuviera miedo, aceptaría mi vida y mi futuro, sin temerle al fracaso y a la adversidad. ¿ Se podrá realmente vivir sin miedo y tratar de ser una persona real?.

Y tú, ¿si no tuvieras miedo, qué harías?.

Abraham.

Un pensamiento antes del amanecer:

Por fin se acabó el año, el fin de un año lleno de cosas interesantes y extrañas, cosas bonitas y otras repulsivas. Un año más de vida, con experiencias que se quedan en la mente, almacenadas en cajas junto con los antiguos recuerdos de años posteriores, cajas llenas de polvo que contienen partes de mi vida.

Ya tengo 20 años, y puedo asegurar que si bien no los he desperdiciado, si he dejado pasar algunas oportunidades y he dudado en hacer algunas cosas. Tal vez porque el miedo es más grande que uno, o tal vez porque pienso que mi tiempo para hacer las cosas que me gustan ya pasó, y ahora tendré que crecer pensando “ si hubiera hecho esto o aquello hoy sería una persona diferente”, aunque… tal vez no sea demasiado tarde para salvar algunas de esas cosas.

Comienza otro año, y con el muchas cosas nuevas: regreso a clases, gente nueva, viajes, nuevas obligaciones y responsabilidades. Pero lo que más me preocupa es que la vida pasa muy rápido y me asfixia el no hacer las cosas tan pronto como lo deseo.

Por otro lado está el tema de los sentimientos, un tema muy delicado. Con este nuevo año corro el riesgo de enamorarme otra vez de la persona equivocada, en verdad me asusta vivir ilusionado con alguien que ni siquiera sabe que existo. Hay veces que quisiera que esas cosas del amor fueran distintas; algo como si antes de nacer estuviéramos destinados a una persona en específico, que creciéramos a su lado y que no hubiera otra opción que casarse y vivir toda la vida con esa persona indicada. Pero la vida no es un sueño, es real y duele como si golpearan tu cabeza contra el asfalto.

Siempre intento no enamorarme de las personas, esas historias histriónicamente nunca terminan bien. La mayor parte de mi vida me la he pasado amando a los seres equivocados, soñando con ellos, creando historias en mi mente, historias en las que él me hace caso y me corresponde. Pero solamente son pensamientos, pensamientos antes del amanecer, antes de despertar y regresar a la rutina.

Ya tengo 20 años, y mi vida no va tan bien como quisiera, mi cerebro tampoco me ayuda mucho; me revuelve las ideas, entra en crisis y me bloquea completamente. ¿es esto acaso una crisis?.

Solamente espero, que con este 2011, las cosas marchen mejor de lo que ahora están. Espero que estos pensamientos antes del amanecer se vayan con el crepúsculo para que mi mente se aclare y de ese modo buscar una solución a mis problemas existenciales.

Abraham.