
El viento sacude con fuerza las ramas de los árboles, el cielo está gris; tan gris como mi alma. Mientras dejo pasar el tiempo sentado en un asiento para cuatro personas en un establecimiento de comida rápida, mi maleta es mi única compañera de viaje en esta tarde anodina y solitaria en la que no dejo de pensar en ti.
Mientras caminaba bajo la lluvia rumbo al subterráneo, las gotas de lluvia mojaban mis jeans deslavados. A mi alrededor, las personas se guarecían de la lluvia bajo sus paraguas, se abrazaban y sonreían; la lluvia para ellos no parecía un gran problema. Yo seguí caminando.
Me subí a un vagón en el que no había luz, había pocas personas y asientos de sobra, se me quedaron viendo cuando decidí sentarme en el suelo. Cuando el vagón comenzó su marcha y antes de entrar en un túnel, una chica abrazó a su novio y se tomaron de la mano; después la oscuridad lo cubrió todo, solo podía escuchar el sonido metálico de las vías. Ante aquella oscuridad tenebrosa, te imaginé sentado a mi lado; con tu mano extendida hacia mí. Pero cuando busqué tu calidez, me encontré con la oquedad infinita que se extendió a mi alrededor y me abrazó con su frío asfixiante. Tu recuerdo pobló mis ojos con lágrimas.
En cuanto llegué a casa, busqué tu fotografía y me encerré en mi habitación. Mis lágrimas mojaron la almohada mientras mis manos acariciaban tu rostro. La tristeza se apoderó de mí y me sumió en un sueño profundo en el que tú y yo caminábamos juntos de la mano, con aquel atardecer de otoño y la calle mojada. Aquella tarde de otoño en la que me dijiste adiós. Cuando desperté no quise abrir los ojos, era de madrugada y hacía mucho frío, volví a acurrucarme en búsqueda de recuerdos más felices, recuerdos que no involucraran tu nombre ni tu sonrisa. Recuerdos que no llegaron a mi mente y me abandonaron hasta que amaneció, y tuve que levantarme. Y de nuevo el vacío en mi corazón volvió a recordarme que ya no estás.
Mientras caminaba bajo la lluvia rumbo al subterráneo, las gotas de lluvia mojaban mis jeans deslavados. A mi alrededor, las personas se guarecían de la lluvia bajo sus paraguas, se abrazaban y sonreían; la lluvia para ellos no parecía un gran problema. Yo seguí caminando.
Me subí a un vagón en el que no había luz, había pocas personas y asientos de sobra, se me quedaron viendo cuando decidí sentarme en el suelo. Cuando el vagón comenzó su marcha y antes de entrar en un túnel, una chica abrazó a su novio y se tomaron de la mano; después la oscuridad lo cubrió todo, solo podía escuchar el sonido metálico de las vías. Ante aquella oscuridad tenebrosa, te imaginé sentado a mi lado; con tu mano extendida hacia mí. Pero cuando busqué tu calidez, me encontré con la oquedad infinita que se extendió a mi alrededor y me abrazó con su frío asfixiante. Tu recuerdo pobló mis ojos con lágrimas.
En cuanto llegué a casa, busqué tu fotografía y me encerré en mi habitación. Mis lágrimas mojaron la almohada mientras mis manos acariciaban tu rostro. La tristeza se apoderó de mí y me sumió en un sueño profundo en el que tú y yo caminábamos juntos de la mano, con aquel atardecer de otoño y la calle mojada. Aquella tarde de otoño en la que me dijiste adiós. Cuando desperté no quise abrir los ojos, era de madrugada y hacía mucho frío, volví a acurrucarme en búsqueda de recuerdos más felices, recuerdos que no involucraran tu nombre ni tu sonrisa. Recuerdos que no llegaron a mi mente y me abandonaron hasta que amaneció, y tuve que levantarme. Y de nuevo el vacío en mi corazón volvió a recordarme que ya no estás.