Me encontré sentado, con las manos en el aire, pensando en él.
Intentando percibir su presencia en el aire frío del atardecer.
Siento sus ojos encontrarse con los míos, en aquel puente, junto a la luna.
¿Quién eres?. ¿De dónde vienes?. ¿En dónde vives?.
Tal vez en el mar. En la montaña. En el cielo. En mis pupilas.
Siento su respiración en mi nuca, sus manos dibujar figuras en mis piernas.
Y entonces todo se vuelve una sola cosa.
M e siento parte de un todo, parte de él.
Y se va con el alba, sigilosa y delicadamente, como las alas de una mariposa.
Llueve en mis adentros.
El jardín de mi interior muere lentamente,
las flores de orgullosas corolas se secan lentamente, se marchitan miedosas de soledad.
Y el dios que habita en mi ser se recuesta en las hojas muertas, dormita y sueña con el fuego.
Hasta que regreses y vuelva a sentirme vivo.
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